miércoles, 20 de enero de 2016

"Rara Navidad"


Probables causas del Asma en los niños:
1)            Alérgenos y otros factores desencadenantes comunes.
2)            Contaminantes ambientales.
3)            Humo de segunda mano.
4)            Ejercicio.
5)            Alergias alimentarias.
6)            Bajo peso al nacer.
7)            Inmunizaciones.

—¿Papá Noel no va a ir a casa? —Preguntaba Oli con su cabeza entre los asientos del auto.

—No. Va a dejar los regalos en la casa de los Abus. —Contestaba Pau sentada del lado del acompañante. Yo conducía.

—¿Y sabe que yo voy a estar ahí? —Preocupadísima por sus regalos. Se tapó la boca para toser, hace un par de días le había agarrado bronquiolitis.

—Sí, mamá ya le mandó una carta al Polo Norte.

—¿Qué es el Polo Norte?

—Es el lugar donde vive Papá Noel con sus renos. —Y frené por el semáforo en rojo.

—¿Podemos ir a visitarlo? —Nunca pensé que me iba a hacer esa pregunta.

—No. —Muy simple, de parte de su madre. Ojo, dejó de averiguar.

Decidimos pasar esta Navidad con la familia, las últimas dos la habíamos pasado juntos y nadie más, por eso fue que a las ocho de la noche Pau con su vestido rosa, Oli con el suyo blanco y yo con mi traje paramos en la casa de mis padres. ¡Ah, no nos olvidemos de Bronco! Un moño de cinta celeste adornó su cuello remplazando su collar rojo.

Oli se fue a jugar con su tío (ese que tiene ocho años, pasó a cuarto grado y lo quiere un montón), Bronco y Ficho. Pau se fue a hablar con su cuñada y amiga mientras los más grandes (porque todavía me siento pendejo) se ocupaban de la cocina.

—¡Te volviste padre y te olvidaste de nosotros! — Lu invitó a Agustín, él quería pasar la fiesta con sus amigos, ella lo obligó, Agustín la presionó para que los invite.

—¡Nah, no me olvidé de ustedes! —Y les di un fuerte abrazo a Daniel y Lorenzo. Los cuatro éramos los piratas del curso, viejas épocas.

—¿Da para un partido en la play? —En menos de cinco minutos estábamos los cuatro instalados delante del televisor y pensábamos estar así hasta que la cena esté servida.

—¡Pa! —O hasta que mi hija interrumpa. Llegó corriendo hasta que tocó su destino y comenzó a toser.

—¡Ay, esa tos! —Actuaba Mary. Oli le sonrió mostrando sus dientes, le encantaba estar enferma porque siempre le prestábamos atención.

—¿Qué haces? —Y buscó la forma de treparse a mis piernas mientras yo apretaba los botones del mando, hipnotizado por la pantalla.

—¿Eh?

—¡¿Qué haces?!

—¡Gol! ¡Goooooooool! —Lorenzo saltaba sobre el sillón por su victoria y mi vieja lo retaba con un “bajate de ahí” —Sí, señora.

—Yo quiero jugar…

—Pero mirá que es de futbol.

—Callate vos, ¡dale nena! Mira que yo no te pienso dejar ganar, eh. —Le sacó la lengua y agarró el mando. Estuvimos veinte minutos concentrados en la pantalla, no entendía de donde sacaba, mi hija, tanta maña para jugar.

—¡Goooooooooooool! —Grité junto con Oli y la levanté al aire para festejar.

—¡Pero no vale! ¡Me distraje con el monstruo ese! —Lorenzo señalando a Bronco.

—¿Qué haces vos acá? —Y ahí, todo fue silencio.

Sostuve a Pau del brazo por las dudas que intente una locura. Oli comenzó a toser y llamó la atención de la mirada de aquel hombre. Su abuelo. Después de tres años, casi cuatro, lo volvíamos a encontrar. En realidad nosotros sabíamos algunas cosas que nos contaban Mary y Gonza  acerca de Miguel pero volverlo a tener frente a frente y sentir miedo de alguna locura que quiera cometer me era más fuerte.

—¿Tu hija? —Se agachó para mirarla más de cerca. Oli se abrazó a mis piernas por vergüenza. Y tal vez por miedo. Bronco se sentó delante de ella para tapar la visión.
La cena fue lo suficientemente tranquila. Pau no habló mucho, indignada como estaba. Yo trataba de poner mi mejor cara, por más que lo odie era el padre de mi mujer y mi cuñado, el abuelo de mi hija, mi suegro… nos unían muchos puntos. Con Luciana, Agustín, Daniel y Lorenzo recordamos viejas épocas de escuela y nuestros padres hablaban acerca de los menores, esos que se peleaban porque no querían comer la comida y se la pasaban de plato en plato hasta terminar en la boca de los perros.
Luego del postre, en el que me sorprendí de que Oli no quiera comer helado (siendo sus gustos preferidos), se recueste sobre su madre y apoye la cabeza en mis piernas porque le gustaba dividir su amor en partes iguales. Miguel sacó un atado de cigarrillos y no iba a parar hasta terminarlos. El humo se hizo presente en la sala, la misma en la que se produjo el golpe en la panza de Pau con sus tres meses. Los mayores ya estábamos acostumbrados a convivir con el humo, tal vez las mujeres no tanto, pero al querer acariciar el pecho de mi hija y sentir como éste subía y bajaba rápidamente, me alarmé.

—¿Estás bien? —La senté sobre mis piernas y todos se fijaron en la escena. —Bueno, tranquila, tranquila. —Y más nervioso estaba yo al verla esforzándose por respirar, con un silbido que salía de su garganta al no entrarle el aire.
—Vení, hija. —Pero su madre me la arrancó de los brazos para llevarla a tomar aire fresco. Todavía no eran las doce de la noche pero algunos cohetes se hacían ver.
No les puedo decir con exactitud cuando fue el momento que me vi conduciendo con toda velocidad el auto rumbo a un hospital, ni cuando Daniel pidió que me detenga para pasar del lado del conductor porque me había pasado demasiados semáforos en rojo. Pau  iba en el asiento trasero con nuestra hija, llorando a la par de ella que pegaba manotazos en el aire para poder respirar. La miré por un segundo, colorada y transpirada. Dos autos, con otros familiares, nos seguían atrás.
—¿Cómo que recién el veintiséis? —A penas llegamos al hospital fuimos directo a la guardia. Ya era veinticinco y lo que menos hicimos fue brindar. Los pocos médicos que había la dejaron en una camilla con un tubo de oxígeno conectado, Pau  estaba con ella. Nos dijeron que habría que hacerle algunos análisis pero que recién se iba a poder el veintiséis, hoy no se trabajaba.
—Señor entienda…
—¡Yo tengo que entender! —Y mi viejo me agarró del hombro para que no sobrepase mis gritos. —¡Mi hija no puede repirar y no hay médicos!
—Su hija está bien, por qué no trata de calmarse usted. —Siempre odié la ironía de las enfermeras. Quité las manos de mi viejo de mi cuerpo, tampoco la iba a golpear.
Tenía razón, era a mí al que me faltaba el aire. Salí hacia la puerta vidriada del hospital y pude distinguir a Bronco sentado en las escalinatas, seguramente corrió detrás de los autos. Me senté junto a él y mirando los fuegos artificiales comencé a llorar.
—Pepe… —Agus me palmeó la espalda, limpié las lágrimas con mi puño. —La nena quiere verte. —Susurré un “ya voy” y me tomé un tiempito para relajarme, o por lo menos que pase el dolor de cabeza.
—Hola Loquita… —Hablé un poco tembloroso cuando entré a la sala de Guardia. Pau se levantó, a ella también se la notaba bastante mal. Le di un par de besos para juntar fuerzas entre los dos y después me dejó solo con mi hija. —¿Cómo estás?
—Bien. —Con una vocecita débil. Le acaricié la cabeza. —¿Y Papá Noel? —Sonreí al borde de las lágrimas, tuve que hacer mucho trabajo para contenerlas y que no salgan disparadas.
—Ya hablé con él, me dio tus regalos y te mandó muchos besos. Dice que ojalá te mejores.
—¿Qué tengo?
—No sé… —Acerqué mi cara para dejar un piquito sobre su boca. Ella sonrió un poco débil.
—Te amo, Pa…
—Yo también, Loquita linda… ¿Tenes sueño? —Al verla pestañeando tan despacio. —Dormí, Papi se queda con vos.
—Mucho ruido… —Giré mi rostro y recién ahí me di cuenta del contexto en el que estábamos.
—Vos cerrá los ojitos… —Y me acerqué a su oído para susurrarle, ella puso su mano en mi nuca, acariciándome. —Soñá con los angelitos… así te pones bien y salimos a pasear con Bronco… jugamos con el tío Gon. —Porque así le decía a Gonza. — con la tía Lu… todavía le debes una revancha a Lorenzo… dormí, bonita…
Un día completo en el que no me separé de Oli. Todo el veinticinco la pasé encerrado en esa sala, viendo entrar y salir gente, sin comer, sin dormir, sin ir al baño. Solos mi hija y yo, y su mamá que venía a poner un poquito de humor a la situación para hacer sonreír a nuestra hija.
Ya veintiséis un médico nos comunicó que la iban a trasladar a una sala, la iban a obvservar y a determinar qué estudios tendrían que hacer.
Noté la misma cantidad de familiares aunque todos con distinta ropa, yo seguía con mi traje de navidad un poco desarreglado.
Vi a Pau sentada al lado de Gonza que dormía tapado por un saco de su madre. Se paró y yo me senté en su lugar para que ella quede sobre mis piernas.
—En la bolsa hay ropa por si te queres cambiar…
—Después, quiero ver que dicen los médicos. ¿Dormiste algo? —Negó con su cabeza y comencé a acariciar su espalda en forma circular para que le llegue el sueño, nunca soporté que las mujeres de mi vida no descansen en paz. Percibí un puchero en su cara y escondió su cabeza en mi cuello, sentí como largaba su llanto y me empapaba la camisa. La abracé, acariciándola más fuerte, no tenía ganas de llorar otra vez.
Luego de cuatro días de estudios pulmonares, de sangre, de orina, pinchazos de distintos tipos de alergia, un médico le diagnóstico Asma. Nos explicó que era y cómo tratarla. Nos recetó un broncodilatador para la nena y nos recomendó tener alguno de más por si se pierde en alguna urgencia. Le dio algunas instrucciones a Oli acerca de como debía ponérselo en la boca y cuantas veces por día. Ella estaba chocha con el aparatito.
—¡Feliz Navidad! —Salía de la sala saltando en una pata con su madre que la había ayudado a cambiarse de ropa. Todos reímos al verla tan contenta. Para ella seguía siendo Navidad y eso que mañana era Año Nuevo. Los abuelos comenzaron a llenarla de besos y algunos chocolates.
—Nunca más me des ese susto. —La retaba Gonza que se tomaba el trabajo de tío demasiado en serio.
—¡Ay, chiquita! ¡Cómo te extrañé! —Luciana  seguía llorando y gritándole en el oído.
—¿No queres ser mi novia vos? —Le preguntaba Daniel que había aprendido a querer a Oli desde que le ganó a Lorenzo en la play.
—¡Soltala, desubicado! —Me interpuse yo para sostener a mi hija y no soltarla hasta los treinta.
A penas cruzamos las puertas del hospital Bronco comenzó a saltar de alegría, mover la cola y pasar su lengua por la cara de su protegida. Ella reía a carcajadas y no dudó en subirse a su lomo para bajar los escalones, aunque se abrazó fuerte a su cuello por miedo a caerse.
Una vez en casa los cuatro, tuvimos una cena en familia. Digamos que devoramos lo que no comimos en días. Le dimos los regalos que habían quedado de Papá Noel y luego una ducha entre tres, para hacer más rápido y estar todos juntos. Por último, la cama grande. Oli dormía en una punta, Pau la abrazaba y yo presionaba esos dos cuerpitos contra mí. Bronco que se quedó toda la noche despierto cuidando de nuestra hija.


miércoles, 30 de septiembre de 2015

“Día de jardín”


Cómo adaptar a tu hijo a la vida escolar:

1)            Explicarle de forma natural que es grande y debe ir al Jardín para aprender y conocer otros niños.
2)            Dejar todo listo la noche anterior para no estresarse a la mañana siguiente.
3)            Acomodar los horarios a esta nueva etapa de su vida.
4)            El periodo de adaptación es tan importante para el niño como para los padres.
5)            Despedirse de él sin mentirle. Explíquele que tiene otras cosas que hacer o ir al trabajo.
6)            Si es necesario, deje algo de su pertenencia para que el niño tenga en su estadía durante el establecimiento y se sienta seguro.

Nota: El llanto es una reacción natural ante el temor de separarse de los padres y emprender una nueva aventura.


—¡Arriba, Loquita! —La sacudí un poco para que reaccione, ella se aferró más a Bronco que desde que comenzó a usar la cama dormían juntos. No me pregunten como hacía para acostarse con semejante perro sin caerse al piso en medio de la noche.

—No…

—Si, vamos hijita. —La destapé y la senté sobre mis piernas. —Hoy empezas Jardín, hay que levantarse.

—No, Papi… —Y se acurrucó en mi pecho para volver a cerrar los ojos. A los dos años y unos cuantos meses con Pau decidimos (en realidad ella fue la de la idea y yo tuve que aceptar) que haga un año de Jardín Maternal. Mi pareja consiguió un puesto de profesora en el colegio que estaba anexado y a la tarde iba a realizar las últimas dos materias que le quedaban para recibirse. Mary tenía otras obligaciones y no podía estar tanto tiempo a cargo de la nena.

—Dale, dale… dame un beso de los buenos días. —Me puso trompita y me acerqué a darle un piquito. —A ver… ¿repetimos lo que te enseñé? “Nunca le voy a dar…

—… besito tompita a otro hombe” —Me completaba la frase.

—Perfecto.

—¿Y? —Se entrometía Pau,  a quien en nuestros primeros meses de novios también la obligaba a repetir esa frase. —¡Vamos! Ya tendrías que haber ido al baño, haber hecho pis, cepillado los dientes y vestido —Exageró bastante. —¡Y todavía estamos en veremos! ¿Y este perro? Olivia te dije mil veces que no lo dejes dormir acá. ¡Te va a llenar de pulgas!

—Ya tengo pulgas… —Le contestaba mientras caminaba hacia el baño. Yo reía de la picardía de esa nena.

Media hora después los cuatro habíamos desayunado y emprendíamos viaje hacia el Jardín situado a cinco cuadras de nuestro hogar. Pau  y yo fuimos caminando y Oli viajaba en el lomo del perro con su delantal rosa cuadrillé y la mochila de princesas de Disney colgada en la espalda.

—Papi… —Me tiró de la mano mientras esperábamos con otros padres y demás niños que abran las puertas. Me agaché para quedar a su altura. —¿Por qué tengo que ir?

—Porque Mami y yo tenemos que trabajar y esta bueno que conozcas a otros nenes. —Quitaba un mechón de peló salido de la colita que su madre se tomo el trabajo de hacer. Era la primera vez que la veía con el cabello atado.

—Pero yo no quiero… —Y no podía con su puchero, le pedí a Pau que se ocupara porque sino la agarraba a upa y volvíamos a casa en menos de dos minutos.

—Escuchame, hijita… vos ya estas grande y tenes que ir al Jardín como todos los nenes que están acá. Hoy con Papi nos vamos a quedar un ratito a jugar con vos. ¿Sí? —Asintió, no muy convencida. Sabía que cuando llegué la hora de partir iba a largar una tormenta en su cara.

—¡Mio! —Le gritó a una nena que se acercó a acariciar a Bronco. —¡Fea!

—¡OLIVIA! —Fui yo. Ella me miró asustada.

—No, Olivia no… Loquita. —Porque sabía muy bien que cuando me enojaba le decía su nombre entero y cuando estaba contento le decía por su apodo. Le hice upa y le dejé un par de besos para que calmara los ánimos.  Demás está decir que los padres de aquella nena rubiecita nos miraron con cara de pocos amigos y aún peor al pobre perro que respiraba con la lengua de dos metros afuera.

Cuando entramos hubo otro escándalo porque ella pensaba que Bronco también iba a ir al Jardín. Hubo que explicarle que él se iba a quedar afuera esperándola como todas las veces que fuimos al doctor y el perro se sentaba en la puerta hasta que la veía salir. También armó un revuelo cuando las maestras les pidieron a los chicos que se sienten en el piso y ella sólo lo quería hacer si su madre era partícipe.

—¿No dibujás vos? —Le decía a Oli que jugaba con el reloj de mi mano izquierda sentada sobre mí mientras yo hacía líneas con una tiza de color verde en una hoja número cinco blanca. —¡Mira que lindo lo que hice! —Era peor que el garabato que hacía el nene sentado a mi lado. Ella no me dio bolilla.

—Pe… ya hablé con las seños. Nos tenemos que ir.

—No… no… —Como predije, las lágrimas salieron a flote.

—¡Ey, Loquita! Tenemos que ir a trabajar, Mami después te viene a buscar.

—Quedense acá. —Y mostraba con sus manos la amplia salita pintada de celeste. Ella solucionaba todo fácil.

—No podemos gordita, pero yo ya hablé con tus seños y me dijeron que te van a cuidar mucho. ¡Es más! ¿Sabés de lo que me enteré? Que la seño Ceci tiene un perro así, como Bronco. —El puchero no se lo sacas ni con espátula.

Todos los padres se comenzaron a despedir de sus hijos y yo veía cómo ninguno de ellos lloraba. Y no es que sentía envidia sino que no podía creer como los grandes salían del establecimiento sin culpa y los chicos ni siquiera se alarmaron al saber que ellos no iban a estar presentes por un tiempo. ¡Y yo que si podía dejar mi empleo para quedarme con mi hija lo haría sin ningún problema!

Finalmente la convencimos cuando le presté mi reloj pulsera para que se lo quede en el bolsillo del guardapolvo, así no me extrañaba. Luego de unos cuantos besos entre los tres y un “no vengas tarde” dirigido a Pau por las dudas que se retrase en venir a buscarla, nos despedimos.


—¿Cómo te fue con los alzados? —Le pregunté cuando la abracé por detrás y dejé un beso en el cuello. En la cama era el único lugar donde podíamos hablar lejos de los bochinches de la nena.

—¡No le digas así!

—¿Y cómo queres que les diga? Son alzados. —Hablamos de un grupo de alumnos en su último año de clases. Ella era su profesora de matemática y muchas veces me contó algún que otro piropo que los varones del curso le decían. Se mordió el labio y se do vuelta para besarme.

—¿Y vos? ¿No estás alzado? —Sonreí porque supe interpretar la invitación a perderme en su cuerpo.

—¿Podemos dormir acá? —Salí de golpe de arriba del cuerpo de mi mujer y miramos a la puerta. Oli abrazada a la cabeza de Bronco.

—¿Los dos? —Preguntó Pau arqueando una ceja.

—Sí, Mami. —Y ella ya se entrometía en las sábanas. —Para contagiarlos de pulguitas. —¿Cómo no derretirse de amor? —Papi… —Me susurró.

—Qué Loqui… —Le dije igual.

—¿Me das mañana el deloj?

—Obvio. —Y dejé un beso en su cabecita.

—¡Bronco! ¡Pepe, sacamelo! —Y con Oli reímos de los lengüetazos que le daba el perro en la cara

Un dia volvi, perdon por tanta espera jajaja



jueves, 23 de julio de 2015

"Un año"





—Papi… —Recorría el living con la mirada, muchas personas pero ninguno era él. —Papi… —Ahora se angustiaba.

—Ya va a venir Papi. —La levanté en brazos cuando vi unas lágrimas.

Oli cumplía su primer año. Con Pepe decidimos hacer una reunión tranqui con nuestros familiares y amigos. Ambos estábamos muy cansados, él por su trabajo y yo por el profesorado, se me acercaban las fechas de exámenes.

—Está re enamorada de Pepe esa nena. —Comentó Lu al ver como yo la aupaba tratando de hacerle entender que su padre estaba trabajando y que ya iba a volver.

—¡Ni que fuera lindo! —Burló Agustín abrazando a mi amiga de costado.

—¿Queres que pruebe yo? —Se la pasé a Mary quién se había convertido en la niñera oficial cuando comencé a estudiar y no teníamos quien la cuide. —Papi está trabajando, después viene.

—Lo quiero ver a Pepe cuando la nena crezca y prefiera al novio y no al padre. —Sergio, mi suegro, tomaba una tacita de café.

—¿Fue una indirecta hacia mi? —Seguía Agus que sabía perfectamente como era la relación entre Luciana y mi/su suegro.

—Banco… —Era su forma de llamar a Bronco. El perro, que hasta el momento jugaba con Gonza en el piso, se levantó de golpe al escuchar el llamado de su protegida. Se acercó y Oli hizo fuerza para que su abuela de corazón la suelte. Se trepó a su lomo y volvieron al piso.

—¡Esto es para sacar miles de fotos! —Nora con su cámara que no había dejado de disparar flashes en toda la tarde.

Oli y Bronco habían formado una relación demasiado sólida. Era verlo a él arrastrándola de la ropa hacia nosotros cada vez que nuestra hija tenía hambre, sueño o necesitaba un cambiado de pañal. Ni siquiera utilizábamos el cochecito, cada vez que salíamos a pasear a algún parque ella viajaba en su lomo como si fuese caballo, Bronco ya creció demasiado. Todos felices y los turistas miraban como si fuera una maravilla.

—¡Llegué! —Como si no hubiésemos escuchado la puerta abrirse. Todos aplaudimos y el elevó los brazos para agradecer. —Gracias, gracias, no sabía que me amaban tanto.

—¡Papi! —Repetía por milésima vez en el día. Se levantó con un poco de fuerza y comenzó a dar unos pasitos torpes hasta el padre que la esperaba agachado y con los brazos abiertos. Bronco caminaba a sus espaldas y la ayudaba empujándola con el hocico. Nora que seguía sacándole fotos a ese animal.

—Hola hermosa… ¡Feliz cumple! —Le dio un beso en la boca, porque así se saludaban. La elevó, la sacudió hasta que largara carcajadas y la llenó de besos en el cuello. —A ver, a ver… —Saludo con un hola en general y a mí con un beso. Agarró un sándwich de miga y se sentó en el sillón junto a mí. Estaba clarísimo que Oli no se le iba a separar en todo el día.

—¿Te estás aburriendo? —Giré medio cuerpo para ver a Gomza  jugando sólo con la pelota de tenis del perro. —Andá a mi cuarto a mirar dibujitos si queres.

—¡Al fin! —Exclamó como si hubiera estado esperando la invitación toda la tarde. Él ya tenía sus seis años e iba a primer grado. ¡El nene que crece y yo que me pongo vieja!

Luego de algunas charlas sobre el trabajo, el estudio y los menores busqué la torta que preparé con mi amiga y cuñada. Nos acercamos hasta la mesa del comedor y apagamos las luces. Agus encendió la vela con el número uno y con Pepe la soplamos luego de que le cantemos a Oli el “Felíz cumpleaños”. Ella entendía poco y nada de la situación. Unas horas más tarde volvíamos a ser cuatro.

—¿Tenes frío? —A la noche decidimos subir a la terraza para mirar las estrellas, simplemente estábamos románticos.

—En realidad no pero si implica que me abraces entonces sí, tengo frío. —Buscó mi cuerpo y me abrazó acariciando mi espalda. —Mira como duermen. —Señalé con la cabeza a Oli que dormía en el piso de cemento usando de almohada a Bronco.

—Y vos querías un Beagle. Aceptalo, Bronco es lo más.

—Si… ¡Ay! —Y solté algunas lágrimas.

—¿Qué pasa? —Se separó un poquito y besó repetidas veces mi mejilla. —No me llores vos ahora. —Hacía un ratito tuvo que calmar a su hija que se había raspado las rodillas al caer al piso de un tropezón.

—Es que está re grande. ¡Un año ya! Parece que fue ayer cuando nos enteramos que estaba embarazada.

—Decímelo a mí, mañana va a venir con un novio y voy a arragar la escopeta para salir a cazar con Bronco. —Me soltó para agarrar a su hija en brazos, el perro se despertó de golpe al no sentirla encima. Bajamos el ascensor en silencio y la dejamos en la cuna. —¡Ey, para de llorar! —Yo seguía con mi puchero, ahora recostada en la cama.

—No puedo… vos no entendes lo que es ser madre. ¡Creció de golpe! ¿Cuándo fue que dejó de tomar la teta?

—Tranqui… aprovechémosla mientras podamos.

—No quiero que deje los pañales.

—Pau…

—¿Quién le enseñó a caminar? Estaba bien gateando. —Super dolida. —Ni siquiera me llora de noche.

—Bueno, ya esta… —Y me acurrucó en su pecho para calmarme.

Cuando note que Pepe se había quedado dormido escuchando todo lo que me había lamentado al enseñarle tantas cosas a mi hija, me liberé de sus brazos que me tenían prisionera y saqué las sábanas de mi cuerpo. Abrí despacio la puerta del dormitorio para no despertarlo y así, descalza caminé hacia la habitación de mi hija. La tomé en brazos y la lleve hasta mi cama. La recosté de mi lado y le rogué, por favor, que cumpla un año y nada más.


Y no sé que instrucciones puede haber en este capítulo. Solo te puedo dar un consejo, los niños crecen, los adultos se ponen viejos pero una madre nunca va a dejar de serlo y un hijo nunca va a dejar de dar la vida por ella.



martes, 21 de julio de 2015

Vacaciones

¿Qué debo hacer antes de irme de vacaciones?

1)            Reservar el hotel, no vaya a ser cosa que no encuentres dónde dormir al llegar.
2)            Armar el bolso con lo necesario para los hombres y lo innecesario para las mujeres.
3)            Pedirle a algún familiar o vecino que se ocupe de las plantas y/o mascotas.
4)            Cerrar llaves de gas y agua.



*Nota: Para tener unas vacaciones agradables es imprescindible que el año haya sido devastador. Así comprenderás lo valioso que es tener momentos para vos.

 En enero, Pepe se independizaba de su padre para trabajar en una empresa como auditor. Teniendo en cuenta que los privilegios de hijo ya no los tenía, ahora trabajaba ocho horas corridas y con un salario un diez porciento más bajo. Él, de igual forma, era feliz básicamente porque no iba a tocar nunca más un libro ni pasar noches despierto estudiando para exámenes.

Oli ya comenzaba a sentarse y a comer puré de papa y calabaza. Aunque era más lo que agarraba con la mano y tiraba al suelo que lo que le daba de comer en la boca. Pero como sabemos todos, ella está loca por su padre y a la noche es capaz de comerse dos platos de comida con tal de que Pepe le haga el famoso juego del avioncito. “Es obvio que me ama más a mi que a vos” canchereaba mi pareja, “alto complejo de Edipo va a tener” contestaba yo.

Luciana y Agustín ahora eran amigos con derecho a roce. Sí, ya sé, no me lo digan, esto se está poniendo cada vez más raro y es que su relación iba de mal en peor.

Mary y Gonza  seguían viviendo en la casa de los padres de Pepe, al parecer la convivencia entre dos familias completamente distintas era buena. El ex cuarto de mi novio pasó a convertirse en el del menor quien dormía con Ficho, un perro que ya tenía unos largos meses, nació de la cría de los perros de la familia y dejaron que Gonza  se quede con uno.

Claro que Ficho no era el único perro, Bronco  llegó un día al departamento sobre una canasta de madera en manos de Pepe

—¿Cuánto tiene? —Pregunté horrorizada y a la vez enamorada, Bronco era muy lindo.

—Cuarenta y cinco días.

—¡Es más grande que Olivia! —Exclamé cuando el cachorro se le puso a su lado y comenzó a olfatearla, ella dejó a un lado el conejito que chupaba y comenzó a reír de las cosquillas de ese animal, nuevo para ella.

—Y eso que todavía no creció… ¡Viste cómo son los San Bernardo!

—¿Y para qué compraste un San Bernardo? ¡Con un Beagle estaba bien! —Hace varios días habíamos planeado añadirle una mascota a la familia pero me olvidé de aclararle a Pepe que el tamaño era fundamental para un departamento. ¡No puede ser que tenga que especificar todo! ¿Los hombres no piensan?

—No. Es que yo quería uno que la proteja, un Beagle no protege. Imaginate que cuando Oli sea grande y se le acerquen todos los chicos, Bronco les ladra un poco y los saca carpiendo.

—¡Ay, Pepe! Era una mascota, tampoco para pensar en todo el futuro. Ya te aviso que el pis lo vas a limpiar vos. —Puse el dedo índice debajo de mi ojo en señal de que tenga cuidado con que haya alguna suciedad en el piso.

—Oli me entiende. —Se hacía el incomprendido y se tiraba al piso para participar en el juego de besos entre la nena y Bronco. Es que el perro le daba cada lengüetazo que la hacía caer de espalda cada vez que se volvía a sentar.

En febrero decidimos pasar unas mini vacaciones en Mar del Plata por dos razones, para descansar un poquito de la ciudad y para que nuestra hija conozca el mar. Gonza  se sumó entusiasmado cuando le pregunté si quería ser partícipe y Bronco iba a quedar a cargo de Luciana pero al notar como Oli  estiraba los brazos hacia el perro, lloraba y se rehusaba a subir al auto, también lo incluimos.

—¡Playa, playa, playa, playa! —Saltaba Gonza  sobre nuestros cuerpos que descansaban en la cama matrimonial, él tenía la suya, Oli en su catre y Bronco dormía a nuestros pies.

—Es temprano… —Hablaba Pepe con su voz ronca y me abrazaba por detrás para volver al sueño.

—¡Playa, playa, playa, playa! —Ahora se ocupaba de zamarrearnos.

—¡Gonzalo! —Él sabía que cuando gritaba su nombre completo era porque me enojaba en serio.

A eso de las nueve de la mañana ya habíamos clavado la sombrilla en la arena, hace dos días habíamos llegado pero recién el tiempo se había despejado como para ir al mar.

—¿Queres un mate, Gonza? —Porque ni desayunar nos había dejado. Mientras me ocupaba de ponerles protector solar a los menores.

—¡No, quiero ir allá! —Señalaba el mar, desesperado.

—Anda. —Le concedí. —Nosotros te miramos desde acá. Ojito, no vayas muy a lo hondo. —Pero no escuchó lo último que ya salió corriendo. —¡Qué energía que tiene este pibe!

—¿Te pongo atrás? —Le di el bronceador y me recosté para que me lo pasé por toda la espalda, a ver si volvía morocha a Buenos Aires. Sonreí cuando sus manos tocaron otras zonas y sentí un beso suyo.

—Está la nena. —Porque cuando se ponía así se olvidaba que existía el mundo.

—No, nos mira. —Pispié un poquito para ver lo que hacía. Jugaba con Bronco a quién tiene más fuerza tirando de un palito de madera. Estaba clarísimo que el perro la dejaba ganar sólo por ser ella porque ni yo había podido sacarle de la boca la remera que me rompió el día que armamos la valija.

Un tiempito después guardamos todo y nos acercamos más a la orilla, le propuse a Gonza, que estaba empapado de pies a cabeza, construir un castillo de arena con los baldes y la palita que compramos el primer día. Pepe jugaba con Oli en el agua y ella reía cada vez que las olas tocaban sus pies. Bronco se ocupaba de ladrar a modo de reto cuando la menor se llevaba arena en la boca.



Bronco se convirtió en su ángel guardián.

sábado, 20 de junio de 2015

"En vela"


¿Qué necesitas para pasar una noche en vela?
1) Compañía.
2) Risas.
3) Complicidad.
4) Amor.



—Te amo. — Me dejó un beso en la nuca cuando se deslizó entre las sábanas. —¿Qué haces con mi celular? —Su mano levantó mi camisón y se posicionó en mi panza.

—Te estoy arreglando una cita con Sole. —Reí con picardía.

—¡Paula! ¡Dame eso! —Me quitó el aparato y lo dejó en su mesita. —Loca como tu hija sos.

—¡Qué malo! Me quería divertir un ratito… —Pero seguía con mis risas.

—Ya te divertiste mucho con ella. Dejala en paz. — Porque no era la primera vez que usaba el celular de mi novio para citarla en algún bar y reírme con Lu cuando la veíamos arreglándose el maquillaje con su espejo de mano esperando por un hombre que nunca iba a llegar.

—Ella se la busca solita. ¡Dale, es la última que te armo! —Y dejé un beso en su pecho desnudo para que sea un sí. —A parte ahora no vas a trabajar más con tu viejo, así que no la vas a ver más.

—Anda a saber… por ahí desaprobé el examen y no me recibo.

—¡Qué mala onda que sos! Yo quiero que el padre de mi hija tenga un título colgadito en la pared.

—Estoy re nervioso… —Y dejé unos besitos en su cuello. Él hundió sus dedos en mi espalda.

—Va a salir todo bien… ¿No la dormiste, Pepe? —Escuchamos el llanto de Oli

—Sí, te juro que estaba re planchando cuando la dejé.

—Acá llegó, la Loquita de Papi a desearle suerte para mañana. —Canturré al volver con mi hija, moviendo su manito.

—Llegó un mensaje. —Me tiró el celular cuando caímos en la cama y rebotamos. Agarró a Oli y dejó un montón de besos en su panza, provocando que largue carcajadas por las cosquillas y los ruidos que salían.

—“Obvio, lindo. ¿A qué hora nos vemos? ¡No me falles!” ¡¿A qué hora?! ¡¿A qué hora?!

—¡Basta, Pau! —Él se ocupaba de cubrirse la cara con la sábana y asustarla a Oli cuando se la quitaba. Aunque en vez de miedo le provocaba gracia.

—¡Dale! ¿No, Oli? —Me miró. —¿No, que queremos seguir divirtiéndonos de la fea esa? —Porque ella también estaba incluida en la locura que inventamos con mi amiga.

—Hace lo que quieras. Total, vos sabes de quien estoy enamorado. —Me dio la espalda y recostó a la nena al lado. Con la única que lo compartía era con ella.

—¡Ay, bueno! —Revoleé el celular porque ya no me importaba y me senté sobre él. Oli nos miraba con una sonrisa tremenda. —Ya es doce de diciembre. —Hace buen rato, el reloj marcaban las dos y veinte de la madrugada y nosotros sin dormir. — ¿Te acordás de qué día es hoy?

—Doce de diciembre, me lo acabás de decir. —Mordí su labio y sostuve a Oli para que se siente sobre su estómago. Ahora tenía a las dos mujeres de su vida sobre él.

—No, tonto… El doce de diciembre encargamos a tu hija.

“Ingresábamos a los besos a la casa de Pepe. Estábamos mojados, una tormenta eléctrica se había desatado de repente cuando volvíamos del almacén donde compramos la comida de esta noche. Sus padres y Lu se habían ido de vacaciones a Punta del Este, él se quiso quedar conmigo.

—¿Se cortó la luz? —Apretaba la ficha de luz del living repetidas veces.

—¿Y ahora? Yo no pienso cocinar a oscuras.

—No importa… el camino a mi habitación me lo sé de memoria. —Me alzó a koala y caminamos divertidos hacia su cuarto para amarnos por un ratito (no contemos la parte que se tropezó en la escalera y caímos provocando un golpe en mi cadera). Aprovechamos nuestros tiempos de soledad para sentirnos de esa forma.

—Acá encontré una vela. —La apoyaba en la mesita de luz y se acostaba a mi lado. Yo estaba enredada entre las sábanas.

—¡Menos mal! Mi celular ya se estaba quedando sin batería.

—Parece que es en toda la cuadra, me fijé y estaba todo oscuro. —Me levanté con sábana y todo y abrí la ventana para que entre un poco de aire fresco, estábamos en pleno diciembre y sin luz, los ventiladores no funcionaban y el calor se multiplicaba.

—Ayer me puse a pensar. —Y me acomodé en su pecho para que el me abracé y bese mi cabeza. —¿No te gustaría tener hijos?

—Sí, ¿por qué, no? Si es con vos, obvio. —Sonreí mientras que mis dedos se ocupaban de sacar la pielcita del labio inferior.

—¿Cuántos?

—Dos estaría bien. Depende. —Gire mi torso para mirarlo y sonreí tímida.

—¿En serio queres que tus hijos sean conmigo?

—¿Vos queres que te meta los cuernos? —Negué. —Entonces sí, loca. —¿Y vos? ¿Te ves casada conmigo, en algún futuro?

—No, ni en pedo. —Y arqueó las cejas, sorprendido. Reí por su cara. —¡No! ¿No te alcanza con saber que vamos a tener hijos? Ya vamos a estar unidos de por vida, no necesito un papel que diga que me amas.

—¡Fua! La primer mujer que conozco que no piensa en casarse… —Y posó su mano entre la almohada y la cabeza. Con la otra me acariciaba el pelo. —Me parece que la pegué con vos. —Chasqueé la lengua, canchera.

—¿Para qué voy a querer casamiento? Si ya sé que te tengo Loquito. —Apoyé mi boca en la suya y mi novio se encargó de que los labios se muevan. —Pepe…

—¿Qué? —Pero ya me aferraba para que mi cara quede pegada a su cuello y sentir todo su perfume.

—No nos cuidamos.”

—¡Que nochecita que pasamos, eh! —Recordó Pepe—Nos tembló todo. —Acarició la nariz de Oli que lo miraba atenta.

—Mira si hacemos el amor ahora y quedo embarazada de nuevo. —La flasheaba. —Re destino, viste.

—Salí de arriba mio, entonces. Otra cuarentena más no me voy a bancar. —Reí. Me levanté a abrir la ventana para que entre un poco de aire, esa noche la luz se había cortado en todo el edificio. De un salto volví a la cama.

—¿Seguís sin querer casarte conmigo?

—Obvio, ya tenemos a Oli. Olvidate de que voy a firmar un papelucho que diga que soy tuya.

—Okey, quedamos así… me salvé de gastar plata en una boda. —Y pasamos toda la noche en vela, riéndonos. Como hace un año pero ahora se sumaba Oli.


Quiero aclarar que la idea de que Gonza  te tire huevos a penas saliste de la facultad fue de Lu. Yo te juro que no tuve nada que ver

jueves, 21 de mayo de 2015

“El arte de ser papá”




Cómo ser padre:
1) Cuidar de tus hijos.
2) Cuidar de tu mujer.
3) Cuidar de tus hijos y tu mujer, al mismo tiempo.
4) Ser feliz cuidando de tus hijos y tu mujer.

Tres y cuarto de la madrugada escuché a mi hija que lloraba a través del Baby – Call. Dos segundos después, el ruido terminó. Era Pau que se apuraba a tocar el botón de off del aparato para que yo no despierte, no se daba cuenta que todas las noches simulaba con los ojos cerrados estar en un sueño profundo, dejó un beso en mi espalda y caminó hacia la habitación de Oli. Todas las noches lo mismo, salvo los fines de semana que era yo el que me levantaba.

Cerca de las cuatro y media, Pau siempre se escabullía entre las sábanas, bostezaba un par de veces y me abrazaba por detrás. Inmediatamente me daba vuelta y dejaba que su cara se hunda en mi cuello mientras la llevaba hacia mí y dormir los dos juntos. Lo habré dicho mil veces, si ella no dormía, yo no dormía.

A las seis sonaba mi despertador, era yo el que se apuraba a apagarlo y caminaba a pasos torpes hacia el baño para pegarme una ducha rápida y despabilarme. Luego me vestía de camisa y pantalón, y buscaba a mi beba que ya estaba con los ojos abiertos, esperándome.

—Buen día, Loquita. —Y le dejaba miles de besos sonoros en su mejilla mientras ella se ocupaba de enganchar mi nariz. Le cambiaba rápido los pañales y me iba a desayunar con ella.

Antes de irme, la acomodaba en mi cama, cerca de su madre. Dejaba algunos besos en la boca de cada una y partía hacia el empleo.

En tan sólo quince minutos ya me encontraba en el banco, saludaba a mi viejo que lo primero que hacía era preguntarme como estaban Oli y Pau. Tomaba algunos papeles y me dirigía a mi box para comenzar mi trabajo. No sin antes besar las mejillas de mis compañeras y palmearle las espaldas a mis compañeros.

—¿Necesitas ayuda? —Sole me sorprendió cuando estaba concentrado en terminar una tabla de Excel, pestañeé rápido y la miré.

—No, gracias… —Pero no se fue, se quedó ahí paradita vigilándome. — Pensándolo bien… ¿Me harías el favor de sacarme dos copias de cada hoja? —Y de un manoteo agarré una pila, bastante considerada, de hojas que ni siquiera sabía lo que decían.

—Obvio, te hago lo que quieras. —¿Fue en doble sentido?

—Está hasta las manos con vos la pendeja. —Porque sí, Sole era una chica de apenas diecinueve años que recién empezaba su carrera de contadora en la UBA. Francisco me hizo burla de atrás.

—Lástima que todavía no notó el portarretratos de dos metros que tengo en mi escritorio con una foto de mi mujer y mi hija. —Todos allí sabían que ni loco ni mamado le iba a fallar a Pau.

—¡Ay, Pepe! ¡No sabes lo que me pasó! —Llegó Sole después de cinco minutos agarrándose la cabeza.

—Si no me decís, no voy a saber. —Y me saqué los lentes que usaba para descansar la vista frente a la computadora y mirarla.

—Se me atascaron las hojas en la fotocopiadora y no puedo sacarlas. —Ya me lo esperaba, era demasiado torpe.

—A ver… —Y dejé los lentes sobre el teclado, me levanté y caminamos hacia la otra sala. Busqué la tapa del aparato y visualicé los mecanismos ¡como si supiera lo que estaba tocando! —Acá está la hoja, voy a ver si la puedo sacar.

—A ver… — Y se agachó a mi altura para quedar cerca de mi boca.

—¿Por qué mejor no me traes un cafecito, dale? —Y suspiré cuando la vi alejarse. Otros cinco minutos pasaron para que Sole vuelva con vaso descartable, yo seguía presionando los botones para hacerla arrancar. —Gracias. — Pero la bebida no llegó a destino, antes de sostenerla con mis manos ella hizo ademán de acercarse más de lo permitido. Digamos que al evitarla, el café se volcó sobre la fotocopiadora. Explotó. —¡Una inútil es, viejo! ¿Por qué mierda la contrataste? —Esperé hasta la hora del almuerzo para quejarme.

—Es la hija de un amigo. Vos no te preocupes, dale algunas tareas boludas y listo.

—¿Tareas boludas? Le pedí que me saque fotocopias y rompió la fotocopiadora. Le pedí que me traiga un mísero café y lo volcó. ¿Te pensas que voy a pedirle que audite el banco?

—Bueno, che… hay que tenerle paciencia.

—Pero no se le puede tener paciencia a una pendeja que no lleva ni diez materias aprobadas. —E interrumpí el almuerzo para contestar el celular. Mi novia me llamaba sólo para saludarme aunque yo me encargué de que la charla sea más extensa.

Cuando llegué a casa, luego de tres horas de facultad, me encuentro con mi hermana sosteniendo a mi hija y a mi novia revolviendo su cartera.

—Gordito… íbamos a salir con Lu. ¿Queres quedarte con la nena o preferís que me la lleve y descansas un ratito?

—No, dejámela. Vos difrutá y cuídate. —La besé un rato hasta que Luciana nos interrumpió con un “¡Soltando, soltando!”

—¡Para! ¡Soy padre! —Me hacía burla Agustín cuando le abrí la puerta con Oli en brazos.

—¿Qué haces, boludo? Me hubieses dicho que venías y compraba algo para comer.

—Nah, no te preocupes. ¡Hola, prechocha del tío! —Y me sacó a la beba de los brazos.

—Del tío, las bolas. —Nunca voy a dejar de ser el hermano celoso.

—Justo de eso te quería hablar. —Ya se sentaba en la mesa y yo me dirigía a poner la pava para el mate. —Tu hermana me cagó.

—¿Qué hizo, Lu?

—Le contó a Lorena que estábamos saliendo. ¡Sabes el escándalo que me hizo!

—¿Perdón? ¿Vos estabas con las dos al mismo tiempo? —Estaba a punto de tirarle la yerba por la cabeza. Una mano de mi hija golpeó una de sus mejillas. De tal palo, tal astilla.

—Pensé que sabías… si, Pau fue la de la idea.

—¿QUÉ?

—Che, me parece que se cagó. —Me tendió a la beba sólo para cambiar de tema.

—¿La pasaste bien hoy? — Le pregunté cuando ingresó a la habitación sacándose las zapatillas y tirando la cartera por algún rincón. Oli ya dormía en su cuna luego de la mamadera que le calenté.

—Sí… charlamos, de todo un poco. —Me sonrió y se tiró panza abajo a la cama. —¿Y a vos, cómo te fue en tu día de padre e hija?

—Bien, bien. Ya soy un experto en canciones de cuna, jugamos un rato, nos bañamos… me enteré también de los consejos que le das a tus amigas, sobretodo a tus cuñadas. —Largó una carcajada.

—Vino Agustín. —Dedujo. —¡Ay, no te preocupes, Pepe! ¡Dejalos que se arreglen ellos!

—Bueno, pero vení… —Y la levanté para que quede sobre mí y apretar mis labios contra los suyos. —¿Sabías que soy muy feliz?

—Sí, obvio. Me lo decís todas las noches. —Ella ya estaba canchera.

—Entonces podríamos hacer lo que hace muchas noches que no hacemos. —Buscaba desabrocharle el pantalón. Ellá soltó una risa sobre mi oreja.

—¡Me vas a matar! Van treinta y nueve días. —Me lo dijo despacito.

—¡Me estás jodiendo que por un día no podemos hacerlo!

—Bueno, che. Vos me embarazaste. ¡Ahora bancatela!

—Me la banco, sí. Pero sólo porque te cuido.


Porque las quiero, porque las amo, porque soy feliz al lado de ustedes. Por esto y por mucho más es que las cuido a vos y a mi Loquita.




Buenas buenas volvi, disfrutenlo y comente, si hay 10 con sus nombres de tw subo otro mañana, besooos @patty_lovepyp

martes, 19 de mayo de 2015

"El arte de ser mamá"





Cómo ser mamá:
1) Despertarse a la noche para cuidar de tus hijos.
2) Mantener el hogar y cuidar de tus hijos.
3) Ser mujer y cuidar de tus hijos.
4) Ser amiga y cuidar de tus hijos.
5) Ser esposa y cuidar de tus hijos.


Abrí los ojos por el ruido ensordecedor que atravesaba el Baby-Call. Me apuré a apagarlo y mire el despertador. Tres y cuarto de la madrugada. Giré para la izquierda y dejé un beso en la espalda de aquel hombre que amaba tanto.

Caminé con los ojos cerrados hacia la habitación situada frente a la nuestra. Sonreí cuando Oli calmó su llanto con tan sólo verme. Era una Loquita, como decía su padre.

Le cambié los pañales y el pijama porque se había ensuciado un poquito. Fui con ella hasta el living y me acomodé en el sillón sentada como indio, me baje la tirita del camisón y reí cuando mi hijm     .a atajó apurada el pezón. Hice malabares para alcanzar el control remoto, puse un canal de dibujitos a volumen mínimo. No quería que Pepe se despierte, tenía que trabajar y estudiar, había días en los que llegaba demasiado cansado. Me compenetré en la pantalla por unos veinte minutos mientras palmeaba la cola de mi hija, cada tanto la miraba y sonreía al verla cerrando y abriendo sus ojitos, somnolienta. Volví a acostarla en su cuna rosa princesa y me quedé otro ratito esperando por si se despertaba.

A las cuatro y media me escabullí entre las sábanas, bostecé un par de veces, y me abracé a la espalda de mi novio para encontrar otra vez el sueño.

A las siete y media volví a despertarme con Oli a mi lado. Ella se despertaba para despedirse de su padre y él la acostaba en la cama grande para que, cuando abra los ojos, me la encuentre lista para ser alimentada de nuevo.

Desayuné con mi hija en brazos mientras charlábamos. No, Oli todavía no habla pero sus balbuceos me matan. Era lindo ver sus gestos mientras le contaba lo que íbamos a hacer en el día, ella me entendía.

—Vos contame, Lu. Yo te escucho. —Mi amiga y cuñada me vino a visitar en el momento de baño de mi hija. Decidí matar dos pájaros de un tiro y que ella me hable mientras jugaba con Oli en el agua.

—Nada… me pidió de salir, viste. —Hablaba de Agustín, obvio. —Le dije que no.

—¿Por qué? Si ya está todo bien entre él y Pepe. —Y con una mano sostenía la cabecita de la beba mientras la otra se ocupaba de fregarle el cuerpito.

 —¡Sí! Pero el tarado todavía no dejó a Lorena. Yo no pienso ser la segunda de nadie. ¡Y menos si la primera es ese gato! ¿O no? —Pero se lo preguntaba a su sobrina que estaba atenta mirándola.

—Tenes razón. ¿Pero vos le dijiste que corte con ella?

—Yo le dije que no iba a ser la segunda, quiero pensar que entendió a qué me refería. —Me reí.

—Sé que me voy a arrepentir de lo que te voy a decir… —Retiré a Oli de la bañaderita rosa y la sequé con su toalla del mismo color. —Pero… estaría bueno ver a Lorena cornuda ¿O no? Te re jodio la vida la pendeja esa, ahora que se la banque.

—Es verdad. —Ahora me seguía hasta la habitación para vestirla. —Total, en todo caso la culpa sería de Agus. — Sonrió con malicia. —¡Ay! Muero por verle la cara de cornuda. ¡Después te paso una foto!

A Luciana la despedí en una esquina, ella se iba a estudiar y yo empujaba el cochecito de la beba –ese que había elegido Gonza- rumbo al almacén. Había que comprar comida y pañales. ¡Qué combinación! Sonreía a cada persona que hacía un comentario empalagoso con respecto a mi hija mientras miraba los tomates, compraba algo de carne y algún jugo de manzana. El preferido de Pepe. En octubre, empezaba a hacer calor otra vez y todavía no sabía si protegerla o no a Oli de los rayos de sol, por eso buscaba la sombra para caminar. Fede, el hijo del verdulero, se ofreció a llevarme las bolsas hasta mi casa. Un amor, obvio que le agradecí y le dejé algo de propina, aunque él se haya negado tres veces lo obligué a que acepte.

Intentaba preparar las milanesas con un solo brazo, en el otro tenía a la nena que lloraba si la dejaba dos segundos en la cuna.

—¿Qué haces acá? —Le di un beso y él le dio uno a su hija. —¿No fuiste a la facu? —Pepe me sorprendió a las dos de la tarde.

—Me siento mal. —Apoyé mis labios en su frente.

—Tenes fiebre. ¿Querés irte a la cama? —Asintió y dejó otro beso a la beba.

Me ocupé de hacer dormir a la gorda, cosa que costó un poco, estaba muy inquieta ese día, busqué un antifebril e ingresé a nuestra habitación.

—Toma, esto te va a hacer bien. —Le di la pastilla y un vaso de agua. —Sacate la ropa, Pepe, estás hirviendo. Ahora vuelvo. —Regresé con un recipiente, agua fría y un paño.

—El calzoncillo me lo dejé por si las moscas. —Reímos, el sentido del humor no lo había perdido.

—A ver… —Escurría el paño y lo apoyaba en su frente.

—Esto lo hacía mi vieja cuando era chiquito.

—Si… los remedios caseros son mejores que cualquier aspirina.

—Y vos sos mejor mamá que la mía. —Hice un que hambre con la boca.

—Me parece que estás más vivo que tu hija. Vos quédate así… yo me voy a bañar.

—¿Me vas a dejar así, todo pachucho?

—¡Chito, la boca! Los enfermos no se pueden quejar.

Una ducha rápida, una depilación de piernas rápida, una pasada de cremas por el cuerpo rápido. Salí del baño envuelta en toallas y me asusté al no ver a Pepe en la cama. Me vestí, rápido, entorné la puerta y lo vi sentado en el sofá con nuestra hija en las piernas.

—¿Se te pasó la fiebre? —Caminé descalza por el pasillo que conducía al living. Él giró la cabeza para verme.

—No… necesitaba mimos. Y como vos me dejaste pagando, le pedí a la Loquita que me los haga. ¿O no que Mami no me quiso hacer mimitos? —Apoyó su mejilla contra la de ella y me miraron los dos.

—Sos un tonto. —Me reí y le mordí el cachete a Oli. Llevó a la beba al cuarto y yo me recosté sobre el sillón para perderme en la película, cuando volvió se tiró de golpe arriba mio.

—¿Me haces mimos? — Y lo acomodé en mi pecho para peinarle sus pelos negros y seguir compenetrándome en la pantalla chica.

—¿Qué pasa? —Porque notaba que su nariz viajaba por el largo de mi cuerpo.

—Me gusta el olor de tu piel. —Volví a mirar hacia la tele.

—¡Pepe! ¡Para un poco! —Me reí porque ya estaba levantando mi remera y tocando mis pechos, esos que estaban doblemente hinchados por el embarazo.

—Dejame… estas muy linda. —Y su boca ya recorría mi cuello. Yo no podía contener la risa.

—¡Pepe! —Golpeaba un poquito su espalda para que reaccione.

—Mmm. —No había caso.

—Yo sé que queres pero no podemos. —Ahí cayó a la tierra.

—¿Por qué?

—La cuarentena, gordo. Recién llevamos veintitrés días.

—¿Qué es eso? —Todavía estoy descifrando si su cara es de no entender o de asco.

—Después del embarazo, por cuarenta días no podemos tener sexo.

—¡PAULAA… falte al parcial de Microeconomía para que me digas esto! —Largué una carcajada.



Tenia pensado no volver a subir porque no comentan y si lo hice fue solo porque me lo pidio @06_Laury  asi que agradezcanle a ella jaja que lo disfruten, nos leemos. @patty_lovepyp